Anna Olivé, coordinadora del área de hospitalización de Psicogeriatría del Centro, explica la crítica situación que se vivió tras la llegada de la Covid-19
La primera ola de la pandemia de la Covid-19 marcó un antes y un después en la sanidad mundial. La elevada cifra de fallecidos junto al desconcierto que provocaba el avance del virus generó un fuerte impacto emocional entre profesionales, pacientes y familiares. La doctora Anna Olivé, coordinadora del área de hospitalización de psicogeriatría del Hospital Mare de Déu de la Mercè, acudió a #Inoblidables, un acto organizado por el Colegio de Médicos de Barcelona en reconocimiento al enorme esfuerzo profesional y personal que llevaron a cabo los médicos durante los dos años de pandemia.
La profesional, que trabaja en nuestro Centro desde hace más de 15 años, vivió en primera persona la llegada de la crisis sanitaria, siendo testigo del miedo y la incertidumbre que se respiraba en el Hospital, tanto en el personal como en las personas atendidas.
Pacientes y familias, ante la llegada de la Covid-19
La doctora Olivé narra lo desconcertante que fue el inicio de la pandemia para las personas atendidas en el Hospital, con un cambio de hábitos total en su rutina, con la dificultad añadida de su condición de deterioro cognitivo. “Pacientes de un perfil como los de nuestro Centro tuvieron que confinarse en sus habitaciones cuando se decretó el estado de alarma. Pasaron de realizar terapias grupales dirigidas y compartir espacios de ocio y recibir visitas periódicas de sus familias, a aislarse del exterior, algo que les costó mucho de sobrellevar”, explica, detallando que la situación provocó alteraciones entre los usuarios: “¿Cómo le haces entender a una persona con demencia que se acabaron las visitas de sus hijos o parejas? ¿O que se dejan de hacer las terapias grupales? ¿O que ya no pueden deambular libremente por los pasillos? Se tenían que quedar en sus habitaciones y con frecuencia se producían agitaciones, por lo que teníamos que tomar medidas para evitar que saliesen de sus habitaciones, ya que se podían contagiar o contagiar a terceros”.
La coordinadora del área de hospitalización de psicogeriatría del Hospital Mare de Déu de la Mercè también pone el foco en el sufrimiento de las familias. “Hay que ponerse empáticamente en el lugar de las familias de las personas ingresadas. De un día para otro, dejaron de poder visitarlas. Para paliar esta situación el Hospital implementó un plan de comunicación mediante llamadas telefónicas y videoconferencias tratando de dar toda la información posible y mantener la comunicación de nuestros pacientes con su familias. El trabajo de información y acogida de familiares fue importante puesto que estos recibían noticias día a día a través de los medios de comunicación de cómo se incrementaba el número de contagios y de muertes. Además, el perfil de la mayoría de los fallecidos de la primera ola de la pandemia fue de personas de más de 65 años, como las que tenemos ingresadas en el Hospital, que eran las más vulnerables”, recuerda. Paralelamente a todas estas acciones el Hospital implementó un programa específico de atención al duelo, y también de soporte psicológico a los familiares y profesionales del centro.
El impacto emocional de la pandemia en nuestro equipo de profesionales
Por otro lado, la doctora Olivé hace especial hincapié en el fuerte impacto emocional que la situación también provocó en el equipo profesional del Centro: “Fue muy duro ver como personas se despedían de sus familiares por teléfono antes de morir. No todo el mundo es consciente de lo que se vivió en ese momento. Tuvimos que optimizar el trabajo en equipo y sacar fuerzas de flaqueza para reestructurar todo el sistema de trabajo del Hospital, y reorganizarlo para cambiar nuestra forma de trabajar. Nos dedicamos por completo a hacer una atención directa, evitando lo superfluo, para tratar al paciente”. La coordinadora del área de hospitalización de psicogeriatría también destaca la resiliencia del equipo: “Se trabajó hasta el agotamiento, sin cuestionarse las horas o las tareas, dando soporte interdisciplinar dónde y cuándo hacía falta, como una unidad funcional única, sin distinciones de tareas, si era necesario, puesto que algunos compañeros se contagiaron y no se disponía de más profesionales durante aquellas primeras semanas de la pandemia, que por suerte y gracias a las vacunas, no se han repetido más. Mi más sincero agradecimiento a todos ellos.”